Apuntes sobre el acto de escribir
I
Cuando
pienso en la escritura, viene a mi mente el nombre de filósofo francés Gilles
Deleuze y una frase que me marcó muchísimo desde tiempos de estudiante de
narrativas hispanoamericanas en Ecuador:" Escribir no es imponer una forma
de expresión a una materia vivida(...) es un asunto con el devenir, siempre
inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o
vivida"[1].
La
expresión “devenir” se articuló de manera eficaz con el término "reescritura”
recurrentes en la crítica de mi profesora de literatura al corregir mis textos:
ambos conceptos entendidos como la constante intervención sobre lo ya escrito
según la voluntad de su autor (y por qué no, del lector) se convierten en
realidad en una disposición subjetiva de "mejora" permeada inclusive
por nuestro estado de ánimo.
Por
supuesto, para quienes tenemos cierta inclinación por la escritura, estas
observaciones conceptuales y prácticas no pasan desapercibidas. Sucedió por
ejemplo que al redactar este texto me vi en la necesidad de volver una y otra
vez a él, relacionando pertinentemente las funciones gramaticales para dar
mayor precisión al mensaje. Esto parecería, para muchos, una pérdida de tiempo
debido a que actualmente la comunicación escrita se encuentra bajo la
expectativa de la inteligencia artificial (AI), herramienta que muchos
escritores y redactores presumen de uso con total naturalidad. ¿Ha muerto la
escritura? Nietzsche estaría complacido de que en pleno siglo XXI algo más pereciera.
Por
lo demás, no se preocupen. La única herramienta que utilicé para redactar este
post fue mi imaginación y creatividad, porque considero que hay algo que
todavía persiste. Es el anhelo y el reto que nos convoca la producción escrita,
la emoción y el desencuentro: el devenir y la reescritura como acusaron Deleuze
y mi profesora, sin que el problema de ésta quede resuelto totalmente ni se vuelva
una ejecución instantánea, sino que perviva en ella la posibilidad de intervención
continua: una búsqueda, un proceso o un estado de cambio constante.
II
Un
compañero de labores contó de manera anecdótica cómo había elaborado sus test
con el chat GPT, alegando que, con sólo referir indicaciones, de inmediato se
desplegó la información requerida y que en realidad se evitó una gran carga de
trabajo optimizando el tiempo de producción de sus pruebas. Ante eso, lejos de
las dimensiones morales y éticas del asunto hay serias implicaciones. Por
ejemplo, la de abandonar de cierta manera las bondades de la escritura
(creativa) y todo lo que ello implica a nivel de desarrollo cognitivo y
neurológico en los seres humanos.
La
AI puede convertirse y es de hecho un gran aliado para muchas actividades, pero
no debe comprenderse como una herramienta que nos aleje del ejercicio creativo.
La escritura es tal vez el hecho más enigmático y al tiempo productivo al que
nos podríamos dedicar. Parte de una necesidad y surge irónicamente del acto de
"comunicar" efectivamente aquello que queremos dejar saber.
Hoy
día la escritura ha asumido singulares características: como acto exacerbado y
resignificado por múltiples usos de letras, signos e imágenes capaces de
expresar subjetividades, aplicación que, por demás, están fuertemente
influenciadas por la ideología y la mediación tecnológica en el espacio de las
plataformas digitales.
Y
es tal la influencia que por ejemplo en algunos de mis estudiantes es posible
identificar apropiación de palabras o expresiones populares en las redes
sociales para referirse a situaciones cotidianas dentro del aula e incluso para
argumentar sobre algún tema. Me sorprende encontrar dichas expresiones en los
exámenes escritos o en los ejercicios de escritura creativa que realizamos. ¿Nos
enfrentamos entonces a una escritura resignificada?
III
Los
retos que presenta la escritura en la actualidad plantean una apertura a nuevas
posibilidades de comunicación escrita: reestructuración de códigos de
comunicación, uso de símbolos, códigos alfanuméricos y por qué no,
transgresiones gramaticales. Para Wittgenstein el lenguaje posee sus límites y
en ese sentido las palabras no pueden decir sino mostrar.[2]¿Acaso
enfrentamos a la posibilidad de rebasar dichos bordes?
Sin
duda, nos encontramos ante un panorama de incertidumbres, de “devenir” de la
escritura como otrora lo propuso Deleuze, lo que propiamente “es” y en esencia
implica el acto de la producción escrita: una búsqueda en el tiempo y el
espacio. Lo importante a considerar es que independientemente de la forma en
que sea expresada la escritura, esta debe cimentarse en fomentar la tolerancia
y el respeto por el otro, superando las ineludibles diferencias que nos
constituyen como seres humanos.
Bibliografía
Deleuze,
G. La literatura y la vid. 2° ed. Córdoba: Alción Editora, 2006. Recuperado de:
https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/7503219/mod_resource/content/1/La-literatura-y-la-vida-Gilles-Deleuze.pdf
Wittgenstein,
L. Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial, 2012.
[1]
Gilles Deleuze. La literatura y la vid. 2° ed. Córdoba: Alción
Editora, 2006. Recuperado de: https://edisciplinas.usp.br/pluginfile.php/7503219/mod_resource/content/1/La-literatura-y-la-vida-Gilles-Deleuze.pdf
[2] Ludwig
Wittgenstein. Tractatus logico-philosophicus. Alianza Editorial, 2012.
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